Hoy en día ir a la moda parece
más bien una imposición social que un modo de expresar nuestra forma de ser a
través de nuestro estilo o elección de prendas. Realmente en este tema, aunque
tenía que poner solo dos casos, voy a atreverme a añadir un tercero y puede que
incluso un cuarto.
En primer lugar tenemos a una fashion-victim (“víctima de la moda”), quien
considera esencial e imprescindible ir a la última y renovar su fondo de
armario cada nueva temporada. El tener siquiera una sola prenda pasada de moda
es una pesadilla, una vergüenza, por no decir una herida en su orgullo. Y en
cuanto ve a una it-girl con una nueva
prenda, no tarda un segundo en ir a comprarla por miedo a quedarse atrás en la
nueva tendencia. Tal es ese miedo, que antes de que nadie la vea con su ropa
“antiquísima” dos veces durante la misma semana, prefiera encerrarse en casa
cual Bestia en su propio castillo. Para poder realizar todo esto, controla su
dieta al milímetro, pues no abre la boca ni para respirar, salvo si es para
vomitar por miedo a ganar un kilo de más por haberse comido un trozo de pan, y
va como mínimo 3 veces a la semana a su gimnasio con la misión de meterse en su
cintura ropa no mayor de la talla XS, la cual en tamaño es más propia de una
niña de 10 años que de la de una joven adolescente.
Por otra parte tenemos a otra
chica que es todo lo opuesto a la primera: no se preocupa en absoluto de la
ropa, puesto que para ella no es más que un elemento necesario para salir a la
calle, por lo que con un par de camisetas, vaqueros y ropa interior ya tiene
suficiente para ir tirando. Y mientras la anterior era la Bestia, esta es
Bella, pues considera que la belleza radica en el interior, siendo el corazón y
el carácter de la persona más importante que un par de trapos, lo que la
convierte en una “rarita” y “anticuada” en estos tiempos que corren. Tiene
problemas para encontrar ropa más allá de la talla 38, salvo que no le importe
vestirse igual que su abuela.
Y por último, podemos poner a una
tercera persona, la cual, a diferencia de las anteriores, pasada la
adolescencia y alcanzada la madurez, consigue la suficiente autoestima para
quererse a sí misma sin dejar de lado la importancia de ir bien vestida. Esta
mujer considera que es la moda la que debe adaptarse a ella, y no ella a la moda
como casi todas las chicas de nuestra edad. Pues aunque la ropa sea “lo más de
lo más”, te puede sentar como un tiro, por lo que ella, a través de la
experiencia y el paso de los años, rompe las cadenas y marcas que la esclavizan
y crea su propio estilo, siendo su ropa la que lleva su sello y no al revés.
Y claro, este tema quedaría
incompleto si no nombramos los casos de las modelos: altura superior al metro
ochenta, huesudas, andróginas, perchas andantes a las que todo les queda bien,
pues son usadas como lo que son, meras perchas para sujetar la ropa con la poca
fuerza y rigidez que les queda en el cuerpo, el cual es víctima de la bulimia y
anorexia.
Por tanto, aquí viene la pregunta
tras enfrentar a todos los bandos: ¿de verdad es tan importante llevar nuestra
ropa a la última, o es sencillamente un intento desesperado de formar parte de un
determinado círculo y convertirnos en gregarios para no quedarnos aislados o
incluso ser rechazados? Cierto que la primera impresión cuenta, pero jamás
debemos olvidar quiénes somos y debemos apreciar otros valores de mayor importancia,
pues si perdemos lo que nos hace únicos, acabaremos siendo marionetas al manejo
de las marcas y los prejuicios.
Debemos cuidar el exterior, sí,
pero recordar siempre que lo importante de verdad, está dentro de uno mismo.
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