viernes, 31 de octubre de 2014

En este mundo, podemos ver, oír y aprender todo tipo de cosas, más de las que llegaríamos a recordar nunca. Pero para que de verdad creamos en éstas, tiene que haber una mínima lógica, una mínima coherencia, algo que nos resulte creíble.

En las películas, en los géneros de ciencia ficción, por ejemplo, para sumergirnos en la historia y que nos resulte mínimamente coherente, el autor nos tiene que trasladar a su interior, y para ello debe de situarnos en un tiempo y lugar determinado. Tanto para la realidad como para la ficción, hay una serie de elementos, objetos u hechos que, dependiendo de en qué lugar y en qué momento los situemos, éstos adquieran un significado u otro totalmente diferente. La relación espacial y temporal existente en ese elemento lo conocemos como cronotopo.

Bajtín en “Las formas del tiempo y del cronotopo en la novela”, define al cronotopo como la conexión esencial de las relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. En el cronotopo tiene lugar la unión de los elementos espaciales y temporales en un todo inteligible y concreto, lo que supone visualizar las relaciones sociales y culturales en términos de espacio y tiempo. Es una matriz en la que las prácticas cotidianas adquieren su sentido, y se conforma a partir del uso de aquellos que se encuentran en esa posición espacial y temporal concreta.

Es muy frecuente en el cine que encontremos diferentes ejemplos de éstos: una espada láser por ejemplo, solo tiene sentido en un espacio y tiempo determinado, en su caso en un tiempo localizado en el universo de la Guerra de Las Galaxias. Si sacáramos este elemento de su correspondiente tiempo y lo colocáramos en la Edad Media por ejemplo, en su caso, perdería su significado, ya que carecería de sentido.

Está claro que George Lucas, aparte de usar su imaginación, al menos tuvo un mínimo de cordura para situar su historia, y gracias a su perfecta ambientación, nos vimos inmersos en aventuras y guerras espaciales a lo largo de miles de planetas, conociendo personajes e historias que a día de hoy siguen creciendo sin descanso en una saga que parece no tener fin.


“El cronotopo (literalmente, tiempo espacio) es la conexión intrínseca de las relaciones temporales y espaciales que se expresa artísticamente en una novela. Este término, introducido como parte de la Teoría de la Relatividad de Einstein, se ha incorporado a la literatura y al análisis de textos. Expresa la inseparabilidad del tiempo y del espacio (el tiempo como cuarta dimensión del espacio) y constituye la columna vertebral de cualquier narración. El cronotopo es el lugar en que los nudos de la narración se atan y se desatan.” - Traducción de Mijail Bajtin, “Forms of Time and of the Chronotope in the Novel. Notes towards a Historical Poetics”, en “The Dialogical Imagination. Four Essays by M. M. Bakhtin,” University of Texas Press, pp. 84-258 (1981). Traducción de Federico Navarrete Linares, “Diálogo con M. Bajtin sobre el cronotopo.”


Un buen ejemplo de lo explicado anteriormente es esta película 10.000, en la que se mezcla de una forma totalmente absurda diferentes cronotopos en tiempos en los que carecen de sentido. En el argumento de dicho largometraje, nos sumergen en la época en la que los mamuts y los tigres dientes de sable aún caminaban por la tierra. En este caso, el cronotopo serían estos animales, ya que los mamuts existieron en un lugar y tiempo concreto: en la edad de hielo hace 11.000 años. Pues bien, la historia gira entorno a un joven de la tribu que junto a sus compañeros va en busca de su amada secuestrada. Pero, ¿cuál es nuestra sorpresa cuando consigue su objetivo? Que los secuestradores no son otros que egipcios que están capturando y usando a los mamuts y a los cavernícolas para construir pirámides. Y aquí es cuando decides pulsar el botón para apagar la tele o cambiar de canal. ¿Cómo es posible esto?


Las pirámides, al igual que los mamuts, son también un cronotopo, pues solo tienen sentido en un lugar y tiempo en concreto. Pero los mamuts existieron hace 4.8 millones de años hasta hace unos 3.700 años en la última glaciación, mientras que las primeras pirámides están en Egipto y se empezaron a construir en la tercera dinastía (2.700 a.C.) Y si a eso sumamos que junto a éstos se le unen al casting  los dientes de sable y aves prehistóricas, lo único que faltaría para rematar la película es que apareciera Han Solo montado en una de las bestias para terminar el cóctel destartalado que tenemos por película. Es lo que pasa cuando se quiere conseguir el espectáculo fácil sin esforzarse en hacer una historia con mínima coherencia. Eso o que Roland Emmerich se pasó con la pipa el día anterior a escribir el guión.

La razón por la que la película carece de total sentido y es un completo disparate es porque coge cronotopos de diferentes tiempos y los mete en un mismo lugar y tiempo, haciendo que todos pierdan el significado. Los mamuts y Dientes de Sable, aparte de existir 5 millones de años antes, jamás pisaron África, y las aves prehistóricas que aparecen ya se habían extinguido por aquel entonces 30 millones de años antes. Sin contar que las pirámides, aparte de que no se empezaron a construir de semejante tamaño hasta un milenio más tarde como mínimo, la civilización egipcia no comenzó hasta 4000 años más tarde de la época en la que dicha historia tiene lugar. Y ya para rematar la perdiz, se entregan como comida maíz, un alimento de origen americano que fue desconocido hasta el siglo XVI en en toda Europa, pues el maíz se aparece por primera vez en la historia en 1492 cuando se descubre América.

Todo esto demuestra que un cronotopo solo tiene sentido tanto para aquellos a los que vaya dirigido, pero además, tiene que estar en la situación adecuada, porque si se le saca del tiempo correcto en el que debiera estar situado, pierde totalmente su sentido. Solo funciona en su tiempo concreto, y su ritmo depende de la relación que hay entre los diferentes elementos.

Está claro que a nuestro Roland se le olvidó hacer los deberes de historia en 2008.

BIBLIOGRAFÍA:

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viernes, 17 de octubre de 2014

Los mitos

A estas alturas de nuestra existencia, nos damos cuenta de que, a pesar de todas las diferencias que muestra el ser humano entre los de su propia especie, desde el lenguaje, la opinión, la raza, la ropa, las religiones, y muchos más factores y razones que, si no existen, se inventarán, sigue compartiendo con sus hermanos muchas de estas cosas. Al fin y al cabo, a pesar de todas las variaciones que la humanidad muestra, hay hechos esenciales que se comparten, como es el nacimiento, la vida, y la muerte, por ejemplo. Y uno de ellos son los mitos que nosotros mismos creamos, las enseñanzas que transmitimos a lo largo de los años.

“Las leyendas son lecciones: transmiten verdades” – Brenda Chapman, guionista de Brave (Indomable) de Disney Pixar.

Una de las capacidades que sin duda compartimos, es la de crear diferentes mitos e historias, las cuales son ni más ni menos que una forma que buscamos de poder explicar aquello que aparentemente no tiene ni explicación ni sentido para nosotros. Por ejemplo, antes de que la ciencia nos pudiese iluminar donde antes había oscuridad, la humanidad intentó darle forma, significado a esos sucesos que no podía demostrar, como las tormentas, las cuales ellos decían ser fruto de la ira de los dioses. Todas estas creencias, estas leyendas y mitos que usamos en su día para intentar aclarar aquello que estaba borroso, lo creamos nosotros a través de la palabra, pues según el propio Barthes en El Mito Hoy, “El mito es un habla”. Por tanto, podemos confirmar que el mito, no es sino una forma de comunicación, un mensaje y significado que le damos a algo que aún no lo tiene.

Las leyendas y las diferentes historias como los cuentos que nos hemos ido contando de padres a hijos no son sino un ejemplo de lo que es un mito.

Hoy en día creemos que la princesa de La Bella Durmiente era una dulce joven encantada por una maldición y salvada por el beso de un príncipe, cuando en el cuento original el hechizo de la princesa no era sino un estado de coma y el amor del príncipe una violación, y la malvada hechicera del cuento ha pasado a ser “la emperatriz del mal”, como se definía a ella misma en el clásico Disney de 1959, a otra víctima de la maldad del hombre. ¿Acaso no son estos casos de adolescentes violadas y drogadas, hechos reales que ocurren todos los días? Pues estos cuentos son mitos en sí creados por nosotros, porque disfrazamos dulcemente estas historias que nos han pasado o que han tenido lugar en el pasado con la magia e imaginación de la inocente infancia para suavizarla e intentar transmitir enseñanzas y esperanza para el futuro.

En esta imagen podemos ver la evolución del cuento de la Bella Durmiente, desde su versión original en la imagen de arriba, recopilada por los hermanos Grim en la que la princesa en coma es violada por un joven noble, pasando por la versión animada y clásica de Disney en 1959 donde la princesa es maldecida con un sueño profundo por una malvada hechicera y rescatada por el apuesto príncipe de turno, hasta la última versión del cuento, Maléfica de 2014, en la que vivimos la tragedia de la villana. Gracias a esto podemos apreciar cómo el mensaje, el mito cambia a lo largo de los años y se transforma. Y en todas las versiones, podemos ver como de una forma u otra, se transforma, camufla o se adorna una historia de una violación que en un  momento pasado tuvo lugar. Según el propio Barthes, el lenguaje está formado por un significante, o sea, la forma, que en este caso es la magia y los elementos con los que con el paso del tiempo adornamos el cuento; por un significado, que es el contenido de la historia que trata sobre cómo un joven de la realeza abusa de una chica mientras duerme. Y por último está el signo, que es el enfoque, el modo en el que cada uno de nosotros ve el cuento, pues aunque yo la vea como una violación ahora que soy adulta, de pequeña para mí no era sino una historia de amor y lucha contra el mal.

¿Y cómo es posible que una sola historia cambie tanto con el paso del tiempo hasta ser casi irreconocible? Porque a través de los siglos, éstas han ido de boca en boca y entre los diferentes puntos de vista e interpretaciones de cada persona, la historia se ha ido transformando, demostrando como dice Barthes, no solo que el mito es el habla, sino que éste es una forma de comunicación histórica y colectiva, pues la transformación de una historia es el fruto de colaboración que las personas han ido haciendo a lo largo del tiempo y al mismo tiempo es fruto de los sucesos históricos que la humanidad ha vivido, puesto que las violaciones y las traiciones conyugales siempre han sido comunes en la historia humana.

Los mitos existen, y son reales, porque somos nosotros mismos los creadores de dichas historias y enseñanzas para que nunca olvidemos los errores del pasado.

“Lejana o no, la mitología solo puede tener fundamento histórico, pues el mito es un habla elegida por la historia, no surge de la “naturaleza” de las cosas.” – Barthes, “El Mito Hoy”, Mitologías.


BIBLIOGRAFÍA


Barthes y su análisis teórico del mito”, Isabel Macías Hernández http://conceptualdelacultura.blogspot.com.es/2008/12/roland-barthes-y-su-analisis-teorico.html

viernes, 10 de octubre de 2014

Moda, ¿obligación o elección?

Hoy en día ir a la moda parece más bien una imposición social que un modo de expresar nuestra forma de ser a través de nuestro estilo o elección de prendas. Realmente en este tema, aunque tenía que poner solo dos casos, voy a atreverme a añadir un tercero y puede que incluso un cuarto.
En primer lugar tenemos a una fashion-victim (“víctima de la moda”), quien considera esencial e imprescindible ir a la última y renovar su fondo de armario cada nueva temporada. El tener siquiera una sola prenda pasada de moda es una pesadilla, una vergüenza, por no decir una herida en su orgullo. Y en cuanto ve a una it-girl con una nueva prenda, no tarda un segundo en ir a comprarla por miedo a quedarse atrás en la nueva tendencia. Tal es ese miedo, que antes de que nadie la vea con su ropa “antiquísima” dos veces durante la misma semana, prefiera encerrarse en casa cual Bestia en su propio castillo. Para poder realizar todo esto, controla su dieta al milímetro, pues no abre la boca ni para respirar, salvo si es para vomitar por miedo a ganar un kilo de más por haberse comido un trozo de pan, y va como mínimo 3 veces a la semana a su gimnasio con la misión de meterse en su cintura ropa no mayor de la talla XS, la cual en tamaño es más propia de una niña de 10 años que de la de una joven adolescente.

Por otra parte tenemos a otra chica que es todo lo opuesto a la primera: no se preocupa en absoluto de la ropa, puesto que para ella no es más que un elemento necesario para salir a la calle, por lo que con un par de camisetas, vaqueros y ropa interior ya tiene suficiente para ir tirando. Y mientras la anterior era la Bestia, esta es Bella, pues considera que la belleza radica en el interior, siendo el corazón y el carácter de la persona más importante que un par de trapos, lo que la convierte en una “rarita” y “anticuada” en estos tiempos que corren. Tiene problemas para encontrar ropa más allá de la talla 38, salvo que no le importe vestirse igual que su abuela.
Y por último, podemos poner a una tercera persona, la cual, a diferencia de las anteriores, pasada la adolescencia y alcanzada la madurez, consigue la suficiente autoestima para quererse a sí misma sin dejar de lado la importancia de ir bien vestida. Esta mujer considera que es la moda la que  debe adaptarse a ella, y no ella a la moda como casi todas las chicas de nuestra edad. Pues aunque la ropa sea “lo más de lo más”, te puede sentar como un tiro, por lo que ella, a través de la experiencia y el paso de los años, rompe las cadenas y marcas que la esclavizan y crea su propio estilo, siendo su ropa la que lleva su sello y no al revés.
Y claro, este tema quedaría incompleto si no nombramos los casos de las modelos: altura superior al metro ochenta, huesudas, andróginas, perchas andantes a las que todo les queda bien, pues son usadas como lo que son, meras perchas para sujetar la ropa con la poca fuerza y rigidez que les queda en el cuerpo, el cual es víctima de la bulimia y anorexia.

Por tanto, aquí viene la pregunta tras enfrentar a todos los bandos: ¿de verdad es tan importante llevar nuestra ropa a la última, o es sencillamente un intento desesperado de formar parte de un determinado círculo y convertirnos en gregarios para no quedarnos aislados o incluso ser rechazados? Cierto que la primera impresión cuenta, pero jamás debemos olvidar quiénes somos y debemos apreciar otros valores de mayor importancia, pues si perdemos lo que nos hace únicos, acabaremos siendo marionetas al manejo de las marcas y los prejuicios.

Debemos cuidar el exterior, sí, pero recordar siempre que lo importante de verdad, está dentro de uno mismo.

sábado, 4 de octubre de 2014

El Poder de las palabras

Es asombroso como pequeños detalles o rituales cotidianos pueden marcar tanto la diferencia. Gestos, frases, expresiones, sonidos que emanan de nuestra garganta y nuestros labios recitan, sean tan dulces como un beso, fuertes y duras como un puñetazo, o tan frías cual nieve y afiladas como un cuchillo.

Al fin y al cabo, ¿cuántas personas no han usado la lengua no solo para expresarse, sino para manipular? ¿Cuántas veces no se han usado para engañar y mentir? Innumerables conflictos causados por meras palabras, y más importante, las vidas que pagaron el precio.

Pero no son éstas en si las que causan el bien o el mal. No, son los significados. Los significados y sentidos que atribuimos a ellas. Mi profesor nos puso el mejor ejemplo como los insultos, que en si no son más que oraciones o palabras sueltas que, en sí, no tendrían que significar nada. Pero somos nosotros, la sociedad, nuestra cultura la que lo considera algo ofensivo.

Miles de ejemplos más que podrían ser, como por ejemplo en la Alemania nacista, considerarte judío, o en la época no tan lejana en la que se  llamaba a algunos “boys”, “kaffir”, o como lo traduciríamos a nuestro idioma, negro. ¿Y por qué estos términos resultaban tan ofensivos? ¿Por qué iba a ofenderle a una persona por describirla por las características que los diferencian y por cómo ha llegado al mundo? Pues porque otra gente usaba esa palabra, negro, como sinónimo de esclavo, para despreciar a los de diferente color de piel y así considerarse superiores por tan solo ser los “pálidos ricos”.

Con esto se demuestra que el lenguaje es una herramienta, y no porque en si sea malo, al contrario, puede ser usado para muchas cosas hermosas tales como la literatura y para entendernos.

No, el peligro no está en las palabras, sino en las personas que la utilizan. Pues somos nosotros los que convertimos el poder de la palabra en un arma con la que herir.


Somos los artífices de nuestra propia maldición.